Cuando esta mañana me desayunaba la noticia del registro en la casa de un tal Doctor Viru, compañero de Eufemiano Fuentes y presuntamente cabecilla de un red ilegal de dopaje, no podía dar crédito a que uno de sus "clientes" fuera Paquillo Fernández, atleta español en activo más laureado, aquel que nos ha hecho vibrar en JJOO, Campeonatos de Europa y del Mundo durante los últimos 11 años hasta acumular la friolera de 7 preseas en grandes citas.
Horas después se confirmaba que habían encontrado EPO y Hormona del Crecimiento en su domicilio particular y el que suscribe ya caía en estado de shock porque se confirmaba la caída de otro mito, ése tipo de figura necesaria, imprescindible diría yo, para todos los que seguimos el atletismo, como modelo para los jóvenes... siempre y cuando jugara limpio, claro está.
Es curioso describir la sucesión de emociones experimentadas: primero incredulidad, después paralización, más tarde preguntantismo y, finalmente, asco y pena a partes iguales.
Exactamente igual que cuando que pillaron a Alberto García, que se paseaba por las pistas, crosses y carreras de toda Europa para gloria de nuestro deporte, su barrio y el mío hasta que también fue pillado, y su secreto desvelado, hacía trampas con EPO y ya no ha vuelto a levantar cabeza atléticamente hablando.
Me da asco el atleta que se dopa para conseguir marcas, medallas, becas, dinero... pero también me da pena porque tenga que recurrir a ello y por todos los que seguimos a personas que supuestamente encarnan los valores más puros del deporte: sacrificio, constancia, superación, juego limpio... y luego se demuestra que todo fue producto de una noche de verano y de unas sustancias mágicas.
Como el día que escribí sobre Ramzi, ¡abajo con los tramposos! y ojalá que los pillen a todos, el problema será si un día descubrimos que nos quedamos sin atletas de marcas galácticas, o simplemente sin atletas de alto nivel.
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