lunes, 3 de octubre de 2016

Ayer me volví a enamorar de esto

Del entorno que lo rodea.

Del correr fácil, sin pretensiones ni alaracas.

Del trotar sin dolor, con ritmo sostenido como antaño.

Básicamente, de las sensaciones, endorfinas e inputs que recibí en cada metro que recorrí a lo largo y ancho de Arcentales, subiendo, bajando, doblando y llegando a meta.

Ayer me acordé de muchas cosas. De porque empecé, de porque hice tantas cosas corriendo y porque quiero seguir haciéndolas.


Por más que busque una justificación en la razón, no encontraré tal. La explicación viene desde mucho más adentro, tienes que correr y hacerlo durante muchos años haciendo frente a todo tipo de circunstancias para saberlo.

Ayer le dije a Malagueta que "estoy ante mi tercera vida de correr y que empiezo de cero" pero, como también le decía a Alfredo Varona, "con el chasis ya resentido."

Sin embargo, no pierdo la ilusión de cuando simplemente empecé a correr, primero detrás de mi desconocimiento, después detrás de la gente y finalmente detrás de mis sueños.

Ayer en el siempre mítico Edward 41.42 (tiempo oficial), casi 4' menos que en mayo en la Carrera del Agua y, lo mejor, sin dolor durante la carrera, queriendo y empujando a más.


Vivo el momento y, ¡qué bien sabe! pero qué fácil es también acordarse de cuando corrías 42 kilómetros a ese ritmo, o menos como le puntualizaba también a Varona, y cuan sencillo es soñar con que un día volvieras a una distancia así, no tanto al ritmo, quede claro.

¡Qué difíciles somos! ¡No tenemos arreglo!

Seguimos, un abrazo a todos los que disfrutan corriendo y soñando con seguir haciéndolo.