De todos es conocido el buen rollo que el running atesora entre sus coetáneos. El corredor, en general, lucha por encontrarse bien físicamente y superarse a sí mismo en el reto planteado, las luchas entre corredores se dejan para el ámbito profesional.
Esto no exonera al sufrido runner de encontrarse con otros de su especie en el lugar habitual de entreno y que se midan fuerzas: parque, bosque, pista, carril bici... o simplemente, toda aquella ruta que sea digna de ser pateada puede llegar a ser el campo de batalla idóneo para una pelea de gallos improvisada.
Bajo mi punto de vista, solo hay dos tipos de piques en el parque:
- Tipo A o "a ver quién es más fuerte"
- Tipo B o "¿de qué coño vas?"
En la primera tipología, los dos runners coinciden en un momento de la carrera continua, se miran, se observan y se perciben similares en cuanto ritmo y nivel, ya sean gacelas de rodajes a 3'30'' o trotones de 6'/K. Es natural que suceda, incluso sano para meter ese plus de chispa en la carrera de ese día, ese orgullito que todos guardamos y que hace apretar el paso.
El segundo subtipo es más raro, y no por ello menos fuera de lugar. Básicamente, un runner va a su ritmo, ya sea lento, medio o rápido mientras es alcanzado por otro que viene desde atrás intentándole superar. El que viene desde atrás, por lo general, suele ser un principiante en este mundillo de viejos lobos de mar. Es totalmente reconocible por sus zapatillas de no-running, sus pantacas anchos de fumar petas y su camiseta ancha con ipod a todo meter.
Esta tarde me he encontrado con este aspirante a raza runner en el Retiro que esta tarde noche ha decidido dejar a un lado la Play para sudar en el Parque. En mi caso, nunca he tenido pinta de correr, ni siquiera cuando estaba en forma de verdad, y el individuo en cuestión se ha debido de crecer al pasar por mi lado... ha incrementado su ritmo y me ha superado por un par de cuerpos.
En condiciones normales hubiera pasado de su cara pero no me ha dado la real gana y me he decidido a probar el ritmo del recién llegado a la secta del correr. Simplemente, he subido un punto, le seguía, quería que sintiera mis pasos desde Alfonso XII. Cuando hemos llegado a la subida a Alcalá le he despegado las pegatinas apretando otro punto más, ahí ya no escuchaba nada, y yo continuaba sin mirar atrás.
En la puerta de Menéndez Pelayo me toca dar la vuelta (hasta completar mis 7,5K de rodaje tranquilo) y vuelvo sobre mis pasos... pasan un par de minutos hasta que me he cruzado en sentido contrario con el retador de un rato antes. Al cruzarnos la mirada, ha apartado la suya cual muchachuelo avergonzado.
Me han dado ganas de darle una colleja pero gracias a él, he metido un buen kilómetro intermedio que de otra forma no hubiera aparecido hoy.
Para eso sirve picarse, para superar lo que uno haría normalmente en solitario.
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